Julio Chávez visitó el programa Otro día perdido, donde conversó con Mario Pergolini sobre la relación entre el artista y el público. El actor de La Ballena reflexionó sobre el valor del aplauso y lo definió como una convención que termina por transformarse en una necesidad para quien se exponen en escena. Según señaló, ese gesto, que parece espontáneo, adquiere un peso emocional que atraviesa la experiencia teatral.
Durante la entrevista, Chávez relató un episodio reciente en la sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza. Contó que la función había sido muy celebrada, con una gran respuesta del público. Sin embargo, destacó con ironía la actitud de una persona que no aplaudió. Esa excepción lo llevó a pensar en la fragilidad que conlleva la búsqueda de reconocimiento y la forma en que la mirada del artista se detiene en lo que falta.
El actor relató que su reacción ante el silencio de ese espectador fue inmediata. Lo miró y, tras unos segundos, el hombre comenzó a aplaudir de manera forzada. «Eran muchos los que aplaudían. Uno que no aplaude… Y eso es algo de mi profunda vulnerabilidad«, confesó el protagonista de La Ballena. De esa anécdota extrajo la idea de que un gesto aislado puede eclipsar el entusiasmo de la mayoría y convertirse en un recordatorio de la sensibilidad del intérprete.
La charla avanzó hacia la influencia de la crítica, incluso en medio del éxito. Para ilustrarlo, Chávez recurrió a un ejemplo personal. Dijo que aunque un artista gane premios de prestigio, basta con una observación negativa para relativizar el logro. «Me gané el Óscar. Salgo de mi casa, el portero me mira y me dice: Floja la película, ¿eh? El Óscar se transformó en el Topo Gigio», expresó con humor, al describir la fuerza que puede tener una sola opinión.
El fenómeno de La Ballena sigue sumando funciones en Buenos Aires y ya tiene presentaciones previstas en Córdoba y Mar del Plata durante la temporada de vera.